El nacimiento de la moneda


EL NACIMIENTO DE LA MONEDA

Aunque algunos pueblos mesopotámicos ya utilizaron unas «premonedas» en forma de lingotes en el u milenio a. C., el reino de Lidia, en el siglo v a. C., fue el primero en acuñar moneda. Su nacimiento surgió de la necesidad de encontrar un objeto de valor, aceptado globalmente. Sin duda, la moneda facilitó las transacciones comerciales, aunque el trueque continuaría empleándose.

Lidia, en la península de Anatolia, fue el reino que acuñó las primeras monedas de la historia.

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ediados del 11 milenio a. C. en las principales ciudades mesopotámicas emplazadas entre los ríos Tigris y Éufrates, comenzaron a utilizarse los metales como medio de pago en el intercambio de productos o servicios. Al principio, cada ciudad o comerciante empleaba unas piezas determinadas, en distintas formas y tamaños, por lo que fue necesario aplicarles un peso y un valor concretos para ser admitidas por todos.
El resultado fueron unos pequeños lingotes (de entre 20 y 27 cm) de bronce o cobre y unos anillos metálicos, de los que también se han encontrado muestras en oro y plata. Posteriormente, el metal más utilizado en todas estas piezas fue la plata, ya que servía como unidad de cuenta para fijar el precio oficial de sueldos, multas o alquileres, y de todo tipo de transacciones. Los encargados de establecer el valor de estas operaciones eran el rey y también los sacerdotes, en cuyos templos se custodiaban los pesos oficiales y los depósitos de metal. En el Museo Británico de Londres se conserva un documento, datado hacia el año 1823 a.C. Relativo al templo del dios Shamash, en la ciudad de Sippar, una de las más antiguas de Mesopotamia, donde se acredita un préstamo en siclos (la unidad de peso de la época) de plata: «Puzurum, hijo de IIi-kadari, ha recibido del dios Shamash 38 ¹/16siclos de plata. El pagará el interés según la tasa fijada por Shamash. En el momento de la cosecha devolverá la plata y el interés acumulado».

La primera acuñación histórica
Según algunos historiadores, el reino de Lidia en la actual Turquía, fue el primero de la historia en acuñar moneda en el siglo VII a.C. Situado en la península de Anatolia, y de gran poder comercial, se trataba de un antiguo estado que nació tras la caída del Imperio hitita (poderosa civilización coetánea de Egipto que sucumbió hacia el año 1190 a.C. ante la invasión de los pueblos del mar). De sus mimas y del río Páctalo obtenían gran cantidad de electro, una aleación natural de oro y plata que le confería al metal un particular color amarillo. Las primeras monedas que se conocen estuvieron fabricadas con este material mezclado con una pequeña cantidad de cobre para proporcionarles una mayor dureza. Estas piezas primigenias tuvieron un peso y una calidad que eran determinados y garantizados por la autoridad emisora, y luego fabricadas por un artesano del metal que elaboraba los cuños para grabar la imagen las letras que iban a aparecer en la moneda. En un primer momento, estas monedas ovaladas e irregulares presentaban una o más incisiones simples solo en el reverso, aunque con el tiempo fueron incorporando en el anverso elementos figurativos (como un león o un toro) o signos en referencia a la autoridad que ordenaba su fabricación.

El último rey lidio, Creso, recibiendo un tributo de unos pobres campesinos, en una obra de 1629 del pintor francés Claude Vignon. 
Aunque irregulares en tamaño y forma, las primeras monedas de electro, denominadas estáteros, fueron acuñadas de acuerdo con un sistema regular de pesos. Seguramente, en algunas transacciones, las monedas, más que Contarse, se pesaban. Existe otra teoría que sitúa igualmente el nacimiento de las primeras monedas en Lidia, pero que en lugar de atribuirle el honor al rey, se lo otorga a los grandes mercaderes y banqueros, que acuñaron monedas para el desarrollo de sus transacciones privadas. Siguiendo el hilo de esta idea, fue más  tarde cuando los gobiernos, como en el caso del lidio, oficializarían acuñar esas pequeñas piezas de metal para el desarrollo de las actividades comerciales dentro y fuera de su territorio.


 
La moneda persa
Anverso de un darico de oro del siglo IV a.C.
En 546 a. C, el reino de Lidia fue conquistado por los persas, que al principio adoptaron el sistema monetario bimetálico de los lidios, basado en el oro y la plata. Entre finales del siglo VI y principios de V a.C., acuñaron monedas nuevas, con la representación, en el anverso, de un guerrero arrodillado con su arco y, en el reverso, las marcas rehundidas similares a las de las piezas lidias. Las monedas de plata se bautizaron como «siclos», y las de oro, de 8,4 gramos, como «daricos»




El león de Lidia
La primera moneda acuñada fue posiblemente el estátero con cabeza de león de Lidia, que a finales del siglo VII a. C. fue puesta en circulación. Se trataba de piezas realizadas en electro. En el anverso aparecía la cabeza de un león y, en ocasiones, una leyenda en letras lidias. En el reverso se podían observar unas formas rehundidas (incusas) cuya función no está clara.
Acuñado a partir del siglo VIl a. C., el estátero con cabeza de león de Lidia está considerado la primera moneda de la historia.

 Formas de pago primitivas
Cauri de jade de la dinastía Zhou 
(1122-249 a.C.)







 

















Mil años antes del nacimiento de la primera moneda, en la China de la dinastía Shang se Utilizaba el cauri como forma de pago. Se trataba de un pequeño molusco, normalmente de color blanco, cuya valva posteriormente también fue empleada como «premoneda» en algunas culturas de la India y África. Con el crecimiento mercantil, se terminaron fabricando cauris de madera, piedra, jade o bronce. Estos últimos tuvieron una amplia circulación durante siglos, si bien en 1578 China decretó la prohibición de su uso como moneda.   




                                                                                         
Moneda de plata de 2 reales acuñada en Santafé en 1630.

Las monedas, un bien escaso
Durante todo el período colonial, las monedas fueron de metal precioso. Las de alta denominación, como los escudos o excelentes de oro, apenas circularon entre la población; se empleaban preferentemente en las grandes operaciones comerciales o en las cuentas estatales. La moneda más corriente para las transacciones cotidianas fue la de plata. Con todo, no hay que olvidar que no hubo una circulación monetaria masiva en la América Latina hasta comienzos del siglo X, aunque ya había aumentado de forma significativa en el siglo XVIII, en especial por el incremento de las acuñaciones de moneda menuda -de baja denominación-, idónea para el comercio más habitual entre la población.

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