El dinero electrónico y la moneda virtual
EL DINERO ELECTRÓNICO Y LA MONEDA VIRTUAL
La era
digital ha añadido dos nuevas formas monetarias que, en pocos años quizá
podrían acabar con el uso de efectivo: el dinero electrónico es ya una realidad
muy asentada en la sociedad, pero la aceptación y recorrido de la moneda
virtual, o criptomoneda, es aún una incógnita.
El dinero electrónico nos permite
realizar pagos con el teléfono móvil, entre otros dispositivos conectados a
internet.
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desarrollo tecnológico vivido en las últimas décadas y, especialmente, el
cambio que ha supuesto internet han influido notablemente en los medios de pago
que utilizamos habitualmente. Ahora, junto con el dinero en metálico que
llevamos en nuestros bolsillos – monedas y billetes-, conviven el dinero de
plástico y el electrónico, además de la denominada <<moneda
virtual>>; toda esta diversidad de opciones a veces nos lleva a perder la
perspectiva de lo que es realmente dinero. Sin embargo, sea cual sea su forma
este debe cumplir tres funciones básicas: servir como medio de intercambio,
poder utilizarlo como una unidad de cuenta – es decir, que tenga carácter
mensurable – y que pueda ser atesorable, esto es, que su valor pueda ser
almacenado y recuperado en un futuro. No
sabemos si esta definición cambiará con el paso de los años a raíz de las posibilidades
que ofrecen las nuevas tecnologías, pero nos permite intuir que las dos formas
de pago de las que vamos a hablar, tanto el dinero electrónico como la moneda
virtual, son conceptos muy diferentes al del dinero físico.
El
dinero electrónico no es más que un instrumento financiero que permite realizar
transacciones económicas – pagos y transferencias de dinero – mediante un
dispositivo electrónico, bien sea un ordenador, un teléfono móvil o, también, a
través de una << tarjeta inteligente>>. El dinero electrónico suele
ser un valor almacenado en forma de prepago en una moneda tradicional (por
ejemplo, en soles) en una cuenta o en otro medio (como una tarjeta de pago).
Cada vez son más los países en los que la mayor parte de las transacciones económicas,
incluso las de menor importe, se realizan mediante medios electrónicos y en los
que el efectivo apenas circula. No nos referimos solo a naciones tan
adelantadas tecnológicamente como las nórdicas, sino que también es lo más
habitual en otras como China, Kenia o Tanzania.
Las
ventajas de este tipo de medios de pago son similares a las que ofrecen las
tarjetas bancarias tradicionales, ya que permiten prescindir del efectivo y
pagar, por ejemplo, mediante una aplicación de nuestro omnipresente teléfono
celular. Al mismo tiempo, los Gobiernos y las instituciones financieras pueden
controlar nuestras operaciones, de modo que este tipo de medios de pago
dificulta el blanqueo de dinero.
A pesar de que el Banco Central Europeo no considera las criptomonedas como dinero, existen empresas y establecimientos en todo el mundo que las aceptan como tal. |
La Evolución Del Concepto De Dinero
En el
siglo VII, San Isidoro de Sevilla definió los que durante muchos siglos fueron
los elementos básicos que caracterizaron la moneda: <<metal, figura y
peso>>. El metal y el peso – la ley – le conferían el valor, mientras que
la figura representaba la autoridad que la avalaba. A partir del siglo XVIII, tras la aparición de
los billetes, el dinero fue perdiendo valor intrínseco, hasta llegar, en la
economía moderna, al denominado <<dinero fiat>>, cuyo valor reside
en la confianza en la autoridad que lo respalda.
UNA MONEDA INDEPENDIENTE
En un
ámbito muy distinto se han desarrollado en la última década las denominadas
<<monedas virtuales>> o <<criptomonedas>>, creadas en
el entorno de una comunidad digital y aceptada entre sus miembros. Además del
bitcóin, la más conocida de ellas, existen centenares y su número crece de día
en día. El objetivo de estas criptomonedas es poder realizar transacciones en
la red sin la intermediación de ningún tipo de institución, ni bancos ni
Gobiernos; una economía libre, pactada entre usuarios anónimos, en la que el
dinero se crea mediante una compleja tecnología digital de criptografía de
nominada blockchain (<<cadena de bloques>>), que garantiza su
seguridad.
Precisamente
es en la falta de una autoridad que controle este tipo de dinero donde reside
buena parte de la debilidad de las monedas virtuales. Para empezar, se discute
el hecho de que puedan ser consideradas dinero, ya que, como han insistido en
numerosas ocasiones varias entidades y organismos, no cumplen las principales
condiciones para ello. Además de la ausencia de una autoridad que las respalde,
tampoco se trata de una forma de pago universalmente aceptada, a pesar de que
cada vez son más las empresas que las admiten. Por último, su valor es
demasiado volátil como para poder considerarlas un valor atesorable. Por todo
ello, el Banco Central Europeo concluye que de ningún modo puede definirse el
bitcóin y el resto de la criptomoneda como dinero, sino como un simple activo
especulativo. Sin embargo, aun si se las considera un producto financiero, el
riesgo que corren sus usuarios es enorme, ya que al no estar sometidas a ningún
tipo de regulación, estos se encontrarían indefensos ante cualquier problema.
Las alertas acerca de una burbuja especulativa de criptodivisas no paran de
crecer, máxime cuando en los cuatro años posteriores a 2013 el valor de báxime
cuando en los cuatro años posteriores a 2013 el valor de bitcóin creció el
5000%, pero entre diciembre de 2017 y octubre de 2018 sufrió un enorme desplome
– las monedas virtuales perdieron una media de dos tercios de su valor -.
Algunos países como China, Corea del Sur o Suiza han comenzado a regular las
emisiones iniciales de criptodivisas, conocidas como <<ICO>>, y no
son pocas las instituciones que abogan por elaborar una reglamentación
internacional, puesto que el mundo globalizado de internet no tiene fronteras.
A
juicio de numerosos analistas y economistas, las criptomonedas son el dinero
del futuro y el efectivo está cerca de desaparecer. Otros piensan que aún
tienen que mejorar muchos algunas de sus características, como su regulación,
para ser realmente una alternativa a corto plazo (a modo de ejemplo, el bitcóin
no permite que su emisión supere los 21 millones de unidades, un número finito
que limita su desarrollo). Y, finalmente, también hay quienes creen que, aunque
conviva con otro tipo de dinero, el efectivo nunca va a desaparecer de nuestros
bolsillos.
De entre las distintas monedas virtuales, como litecóin (izquierda) o el ethereum (centro), el bitcóin (derecha) es la más conocida mundialmente. |
Las Criptomonedas Y El Medio Ambiente
Aunque pase
inadvertido por tratarse de operaciones digitales, el precio medioambiental de
obtención de las criptomonedas es considerable. Recientemente se ha calculado
que el consumo energético necesario para crear una moneda digital equivale al
que necesita un hogar estadounidense durante dos años. Para mantener la cadena
de bloques en que se sustentó la red Bitcóin en la primera mitad de 2018 se
superó el gasto energético de Dinamarca de todo un año. Por eso, ya se están
buscando fórmulas que impliquen un menor impacto medioambiental.
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